Primera División

lunes, 26 de enero de 2009

El Málaga se gusta en el pulso con el Atlético (1-1)

Esta vez el público tardó en desfilar. Muchos permanecieron de pie, delante de sus asientos, sin querer abandonar La Rosaleda. Fue un partido tan vibrante, intenso y absorbente que los tres minutos de prolongación supieron a poco. El Málaga y el Atlético de Madrid ofrecieron un encuentro más propio de la Premier League, con idas y venidas, en un cuerpo a cuerpo en el que los locales no se arrugaron ni tampoco se empequeñecieron cada vez que su temible adversario merodeaba el área y el murmullo se apoderaba del estadio. En definitiva, pareció un pulso entre dos conjuntos poderosos, y no con una distancia sideral en sus presupuestos. Y eso ya es un logro enorme para el cuadro de Tapia.

Convendría empezar por el final, porque la última acción fue de esas que se relatan a los nietos, de las que se quedan en la retina para siempre. «Fue en la portería de Fondo, en el último momento, ahí le remataron a bocajarro a Goitia, y este sacó una mano...» Los dos equipos merecieron ganar. El Atlético tuvo esa oportunidad; el Málaga, otra, catorce minutos antes. Leo Franco estuvo providencial en el tiro de Baha con la izquierda.

Estas dos acciones reflejan el nivel del partido. El Atlético no está para muchos trotes, pero su ritmo cansino actual (muy lejos del arranque del campeonato) adormece al contrario. El Málaga se contagió al comienzo de cada periodo y pudo pagarlo. En el primero la sucesión de toques visitantes llegó acompañada de un factor externo, el viento -que frenaba la salida local-, y de su clara superioridad numérica entre líneas. Ni Agüero ni Forlán ejercían como delantero centro y preferían moverse en la media punta, igual que Simao. Esa situación provocó un descontrol defensivo en el minuto 7 y un error al bascular a la derecha que dejó completamente solo a Sinama. Goitia, que a los 44 segundos evitó un gol de Agüero, despejó con el pie.

Rasear el balón

El Málaga tardó un cuarto de hora en coger el ritmo. Se sacudió el dominio, optó por rasear el balón para evitar el viento (a Goitia se le quedó un saque de puerta a mitad de camino) y creyó en sus opciones, paradójicamente, a raíz de un disparo desde la frontal de Apoño. Fue ocho minutos antes de que el centrocampista superara a Leo Franco beneficiado además por el rebote en la espalda de Assunçao.

El Atlético no mostró síntomas de reacción. Siguió en su línea, con una nulidad desesperante en el plano creativo -Raúl García está sobrevalorado y Assunçao es otro de tantos medios de contención que recalan año tras año en el Calderón- y de nuevo con dificultades defensivas por la escasa aportación de sus cuatro elementos ofensivos. El Málaga comenzó a gustarse. Apoño ejercía de compás mientras el resto jugaba de maravilla sin balón, lo que facilitaba las combinaciones y hasta las triangulaciones. El 'tuya-mía' de Apoño y Lolo al filo del descanso enardeció al público, entusiasmado por el claro dominio territorial de su equipo. Únicamente faltó tener las ideas más claras en el momento clave. Aun así, la presión de Baha en un saque de banda pudo acabar en el segundo gol, pero Leo Franco no dejó el más mínimo resquicio.

El Atlético apenas creó peligro durante media hora, aunque forzó un par de faltas propicias para nivelar la balanza. Era su único argumento. El guión se cumplió. Ayudado por el viento y la deficiente colocación de los defensores malaguistas, Heitinga no desperdició el regalo.

La reanudación fue menos vistosa, pero más intensa. La entrada de Maxi convirtió al Atlético en un equipo más lógico y simétrico. El Málaga estuvo a punto de aletargarse, pero dio un paso al frente y de nuevo entró en el intercambio de golpes. La diferencia radica en que el conjunto visitante se partió en dos mientras que el local mantuvo el equilibrio y buscaba la portería contraria sin descuidarse atrás. De lo contrario, una acción de calidad habría decantado el partido a favor de los rojiblancos.

Los dos llegaron y los dos dispusieron de un par de oportunidades claras, pero tuvo más mérito el Málaga. En esa tenaz pelea a campo entero llegó a gustarse con un fútbol vistoso, sin dar un pelotazo, siempre con criterio y apariciones por las bandas de los laterales. Sin miedo y con Apoño crecido más parecido a Sandro que a Romero. Fue un equipo con una confianza que no tiene límites. Más de lo mismo. Que no pare.

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